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abril 27, 2018

Conferencia Communicating the Museum: Entrevista de Raphaël Cruyt

Del 27 al 31 de mayo de 2018 se celebrará en Bruselas la 20ª edición de la conferencia internacional sobre comunicación de arte, “Communicating the Museum”, organizada por Agenda, la agencia de comunicación cultural con sede en París. La conferencia reunirá durante cinco días a profesionales de los museos, que debatirán sobre cómo cambia el rol de los museos en la sociedad. Raphaël Cruyt, guionista gráfico, soldador de tuberías, dibujante de viñetas en prensa y emprendedor en internet, es uno de los principales ponentes de esta edición. Cruyt y Alice van den Abeele inauguraron en 2016 el MIMA, Millennium Iconoclast Museum of Art, en el barrio de Molenbeek de Bruselas. Raphaël ha dedicado parte de su tiempo a contestar algunas de nuestras preguntas como antesala de la conferencia.

¿Cree que los museos están suficientemente comprometidos con la justicia social y el empoderamiento juvenil?

Los museos suelen tratar estos temas con sinceridad y pasión en sus programas. Pero la verdadera cuestión es: ¿Qué es lo que separa las palabras de las acciones? ¿Intenta la sociedad, a través de los museos, aliviar su conciencia con algo de paternalismo e hipocresía? Y ¿qué están haciendo realmente los políticos al respecto cuando asignan presupuestos a estos programas?

Los museos deben abordar estos temas con humildad y planteando diferentes enfoques en función de cada tipo de público. Y, por supuesto, tener en cuenta que nuestras acciones serán modestas e insignificantes si no hay una movilización colectiva más allá de los museos.

¿Puede contarnos qué es lo que llevó a la creación del MIMA y describir brevemente el concepto?

En los albores de este milenio, la revolución en las comunicaciones, tal y como describe el teórico social Jeremy Rifkin, provocó rápidamente un cambio de paradigmas en la sociedad. En resumen, la tecnología está cambiando (para mejor) el lenguaje de una cultura cada vez más transversal, empática y colaborativa. En un mundo globalizado, la multiplicidad de puntos de vista ha reducido la cantidad de referencias comunes: unas referencias que cambian constantemente porque cada vez tenemos más acceso y sed de información.

Por lo tanto, uno de los retos para los museos de arte contemporáneo consiste en saber llegar a un público desinformado. La respuesta del MIMA es la “gamificación” del conocimiento. El museo se desarrolló con esta idea, que consiste en preparar exposiciones basadas en el principio de los videojuegos: entrar con un nivel bajo y salir con uno más alto. En otras palabras, a primera vista el lenguaje de las obras y las instalaciones in situ parece directo y fácil de entender para un público amplio. El visitante capta entonces la complejidad de las ideas mientras forma parte del “juego”. Esa es la idea inicial que luego nosotros, junto con los artistas, adaptamos a la visita museística.

El programa del MIMA incluye dos exposiciones principales al año con temas predefinidos y relacionados con alguna cuestión social, como puede ser el trabajo colaborativo, el desarrollo de una identidad, el humor y la libertad, la ecología o la desobediencia civil.

En 2018 tratamos el tema de la desobediencia civil con una primera exposición de dos artistas suecos: Akay & Olabo, que comparten las ideas y la forma de vida de Henry David Thoreau. El tema social se explora a través de instalaciones lúdicas y participativas.

La segunda exposición hace un recorrido por la historia de los carteles de protesta desde 1968 hasta 1973. Más allá de la belleza y el humor de los carteles emerge la historia de las luchas y de las movilizaciones sociales, que nos recuerdan que el cambio siempre es posible.

¿Cuál ha sido la reacción (si es que ha habido alguna) de los dirigentes políticos en cuanto a los museos y el arte ante este proyecto?

Con tan solo dos años de vida, el MIMA se sigue concibiendo como una especie de utopía, en el sentido de que es una institución cultural apoyada directamente por el público, es decir, con un enfoque ascendente.

En este momento, nuestros dirigentes políticos se plantean las siguientes cuestiones:

–         ¿Resulta viable el modelo de financiación del MIMA? ¿Podrían existir en Bélgica otros museos que no dependieran de las subvenciones públicas?

–         ¿Cómo consigue el museo atraer al público, por ejemplo, en zonas desfavorecidas como Molenbeek?

Ni siquiera yo tengo las respuestas a todas esas preguntas.

¿Cómo pueden los museos de otros países y contextos reforzar su papel social?

Yo creo que un museo necesita tener una identidad fuerte con la que los visitantes puedan conectar fácilmente. Por eso, lo primero es pensar de forma “glocal”. En un mundo globalizado no es el entorno lo que determina la identidad de cada uno, sino un punto de vista concreto.

En segundo lugar, a través de mi experiencia personal, he aprendido que es importante demostrar que un museo es independiente, que da servicio a la gente y, sobre todo, que no es un mero transmisor del poder político o económico.