Nick Marchand
Head of International Programmes at the V&A
Los museos no tienen fronteras,
tienen una red
enero 17, 2020
En la colección de la Royal Photographic Society (Real Sociedad Fotográfica del Reino Unido), que se encuentra en el museo V&A, se pueden ver algunas de las espectaculares imágenes tomadas por Herbert Ponting durante la última expedición del capitán Robert Scott en 1910.
Estas impresiones al carbono, tomadas con la cámara plegable de cuarto de placa que utilizaba Ponting, transmiten la extraordinaria sensación del viaje que estaban realizando. Vemos al teniente Henry Bowers orgulloso y preparado para caminar por el hielo. Hay una imagen icónica del tiro de perros descansando. En otra se entrevé el Terra Nova desde el interior de la cueva de hielo de un iceberg.
Pero, por supuesto, al mirar estas imágenes resulta difícil no pensar en las últimas palabras que Lawrence Oates le dijo a Scott al salir de aquella tienda de campaña de estructura de bambú que habían montado en la Plataforma de Hielo Ross de la Antártida, antes de enfrentarse, por última vez, a la virulenta ventisca del exterior…
A ver, soy consciente de que esta no es precisamente la analogía más jovial si uno quiere presentar los esfuerzos internacionales realizados por un museo. No obstante, durante mis primeros meses en el V&A he pensado mucho sobre las ambiciones internacionales de los museos. También he pensado mucho en qué queremos decir realmente con la expresión “ambición internacional”.
Esta redacción, como ocurre con muchas redacciones del entorno museístico contemporáneo, parece cargada de subtexto. Por su propia definición, “ambición” equivale a un deseo fuerte de conseguir algo, acceso, riqueza o poder. Por extensión, este deseo de unos de conseguir algo supone para otros un coste.
Después de que Roald Amundsen clavara una bandera noruega en el hielo en “Polheim”, una tienda de campaña puesta apresuradamente en el Polo Sur, el éxito de su expedición dio la vuelta al mundo. En el Reino Unido, por supuesto, fue diferente, pues allí el valiente fracaso de Scott eclipsó el triunfo de Amundsen.
En los últimos años hemos sido testigos de la apertura en otros países de filiales de algunos de los museos más destacados del mundo. Durante 40 años, la huella del Guggenheim se ha expandido a Bilbao, Berlín y Las Vegas, aperturas que se unen a las cuestionables injerencias de Helsinki, Guadalajara y Abu Dabi. Hemos visto el Pompidou en Málaga, Bruselas y Shanghái. El Museo del Louvre en Abu Dabi. El Hermitage en Ámsterdam. El Museo del Palacio pronto llegará a Hong Kong.
“Por su propia definición, “ambición” equivale a un deseo fuerte de conseguir algo, acceso, riqueza o poder. Por extensión, este deseo de unos de conseguir algo supone para otros un coste.”
Estos nuevos centros contribuyen a expandir la identidad de la marca, permiten un mayor acceso a colecciones extraordinariamente importantes, estimulan las economías locales y llegan a nuevos públicos.
Cada vez que se inaugura una de estas nuevas instituciones, yo me imagino a un alto funcionario público en cualquiera de los otros países del G20 (puesto que es de donde suelen proceder) dando golpecitos a un mapamundi y maldiciendo su desdicha porque la apertura no sea en su país. El riesgo de descender posiciones en el ranking del Soft Power 30. La creciente ansiedad por una reprimenda ministerial. Por supuesto, esta imagen se basa en una historia privilegiada.
Estas historias internacionales de audacia suelen medirse como victorias y cuantificarse como conquistas. Son alfileres en un mapa que representan el “orden natural de las cosas”. Un año después del trabajo de Felwine Sarr y Bénédicte Savoy, empieza parecer que estas historias han perdido algo de su lustre. ¿Estamos sencillamente recreando una variación cultural de los juegos imperiales más pugnaces de hace tan solo tres o cuatro generaciones? ¿Cómo significamos las mejores intenciones? ¿Son esas intenciones bien recibidas?
En septiembre de este año el V&A Dundee celebró sus primeros 12 meses de andadura, un tiempo en el que ha recibido a 830.000 visitantes, y una institución que en 2018 aportó 16 millones de libras al turismo de Dundee. Este mes, la Design Society de Shekou celebra su segundo aniversario. Se trata de un nuevo museo que forma parte de Sea World Shenzhen, con sus blancos azulejos resplandeciendo frente a las aguas de la Bahía de Shenzhen. Un nuevo e importante proyecto de China Merchants Group. El V&A también está allí. Llevamos cinco años trabajando con la institución para atraer al público y gestionar exposiciones y alianzas en torno al primer museo destacado de China dedicado al diseño.
Entonces, al igual que el Guggenheim, el Pompidou, el Louvre y el Hermitage, el V&A también se juega algo. Pero lo que resulta interesante en relación tanto con el V&A Dundee como con la Design Society, es que la verdadera historia no es el V&A. La verdadera historia tiene que ver con las alianzas y el entorno que lo completan.
En Dundee, tras el declive de su industria tradicional (su historia incluye, casualmente, la fabricación de RSS Discovery, el barco en el que Scott realizó su primera expedición a la Antártida y que sigue expuesto allí), la ciudad desarrolló un nuevo plan para reinventarse a sí misma y convertirse en centro cultural en 30 años. Hoy en día, la ciudad se sustenta en la industria creativa y abarca todas las formas y prácticas artísticas, una nueva industria que aprovecha espacios antes infrautilizados de la ciudad y crea un entorno emocionante para los medios de comunicación digitales y las artes.
“La verdadera historia no es el V&A. La verdadera historia tiene que ver con las alianzas y el entorno que lo completan.”
Por supuesto, además de su nuevo entorno, el éxito del primer museo de diseño de Escocia se debe a los esfuerzos y a la energía compartida del equipo del V&A Dundee. Ellos han integrado el museo dentro del tejido cultural de la ciudad, que ha contado con el apoyo de otros socios fundadores, entre los que se incluyen la Universidad de Dundee, la Universidad de Abertay, el Ayuntamiento de Dundee y el Scottish Enterprise.
En Shenzhen vemos una ciudad transformada a lo largo de 40 años, a través de su status como primera Zona Económica Especial de China, que dio lugar a la aparición de un nuevo y floreciente escenario para el diseño. Nuestra alianza se construye sobre un diálogo compartido impulsado por un momento crítico de creatividad e innovación, pues Shenzhen pasa de ser una ciudad que impulsa el desarrollo industrial a ser una capital creativa. Tal y como dijo ya en 2016 Luisa Mengoni, antigua jefa de la Galería V&A de la Design Society, estamos allí para “ser testigos de una verdadera transición del ‘hecho en’ al ‘creado en’ China”. Motivados por ese dinamismo, esperamos compartir historias de inspiración y apreciar conjuntamente las proezas contemporáneas del ingenio.
Para el V&A, tanto Dundee como Shenzhen tienen una conexión directamente personal. Fundado con la misión de educar a diseñadores, fabricantes y al público en el campo del arte y el diseño, nuestro origen se encuentra en la primera muestra internacional del mundo dedicada al diseño y la manufactura: la Gran Exposición. Teniendo como pilares la educación y la inspiración, el V&A surgió en un momento de transición, creatividad y curiosidad. Los tres conceptos resuenan fuertemente en Dundee y en Shenzhen y comparten un marco auténtico para facilitar la participación.
Mientras continúan las conversaciones en el ICOM en torno a una definición alternativa de museo, tanto las positivas como las indignadas, para mí tiene sentido la idea de alianzas activas que contribuyan a un mayor entendimiento del mundo. Defiende la idea de un diálogo bidireccional y del intercambio cultural, junto con una participación más auténtica, más matizada, que vaya más allá que cualquier gratificación económica o reputación nacional. Para mí, esa es una ambición emocionante a la que hay que aspirar.
“Para mí tiene sentido la idea de alianzas activas que contribuyan a un mayor entendimiento del mundo”
Volviendo a la Plataforma de Hielo Ross, hace 106 años, Scott murió a tan solo 18 kilómetros de un puesto de avituallamiento, sin recursos, superado por el entorno, y vencido por su competidor noruego. Tal y como recoge el registro público, “El principal objetivo de esta expedición es alcanzar el Polo Sur, y asegurar para el Imperio Británico el honor de este logro”. A pesar de la década de objetivos científicos y de exploración extraordinariamente valiosos que le precedieron, Scott se vio anulado por un acto de soberbia, una carrera por clavar una bandera. Un notable recordatorio para todos nosotros.
Sobre el autor
Nick Marchand es Jefe de Programas Internacionales del V&A. En los últimos 20 años, ha trabajado en Australia, China, Hong Kong y el Reino Unido. Antes del V&A, trabajó en el extranjero para el British Council, la organización internacional del Reino Unido para las relaciones culturales y las oportunidades educativas. Tiene experiencia en teatro, como director artístico, productor y escritor.