Andrea Bueno Buoro
Antropóloga y directora de Intermuseus, y Claudia Porto, museóloga, miembro del Consejo de COMCOL y consultora asociada de Intermuseus
Los museos no tienen fronteras,
tienen una red
enero 25, 2017
El Estatuto de los Museos Brasileños (1), publicado en 2013, establece que un museo es “una institución sin fines lucrativos que conserva, investiga, comunica, interpreta y expone, para la conservación, estudio, investigación, educación, contemplación y fomento del turismo, conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico, científico, técnico o cultural, abiertos al público, al servicio de la sociedad y de su desarrollo”.
La expresión “al servicio de la sociedad y de su desarrollo” puede ser interpretada de muchas maneras. No hay nada de poco valor en un museo, institución dedicada a la historia y al patrimonio cultural y social de los pueblos y comunidades, así como al desarrollo de exposiciones, cursos, publicaciones y otros productos y servicios culturales dirigidos a la sociedad. Esta relación es cada vez más pluralista, democrática, dialógica y colaborativa a medida que los profesionales de los museos bajan la guardia y reciben, con los brazos abiertos, otras formas de enseñanza dirigidas a interactuar e integrar los museos interactivos tanto con su público como con lo que no es su público. Para todas estas acciones es importante invertir en conocimientos y en la interpretación de las colecciones y recordar que, tanto el conocimiento de la colección, como la capacidad para interpretarla y reinterpretarla proporcionarán grandes recompensas cuando se establezca una relación equitativa entre los especialistas de los museos y el resto de las personas.
El rol y la función social de los museos se cuestionan como un reto que hay que abordar si queremos tener instituciones más orgánicas y más cercanas a la sociedad. Este tema ya fue abordado antes de la Declaración de Santiago (1972), pero desde entonces el debate se ha visto ampliado e intensificado con el movimiento de la Nueva Museología y los preceptos de la Museología Social, por ejemplo. No obstante, mientras crecen de manera exponencial la complejidad de la sociedad y las actuales cuestiones en torno al pleno desarrollo de las personas, los pueblos y las culturas, las estrategias de los museos para enfrentarse a tales retos se siguen desarrollando a un ritmo muy lento, lo que provoca diversas reuniones y debates relacionados con el tema.
Los museos se sienten cada vez más cuestionados y presionados por varios frentes. Por un lado, ¿cómo posicionarse y mantener su reconocimiento en un mundo acelerado, multidimensional y multicultural, en el que los conocimientos y la cultura se expresan en lenguajes más diversos y experimentan una transformación constante? Y por otro, ¿cómo enfrentarse a los desafíos sociales, económicos y medioambientales que llegan a las puertas (y desde dentro) de los museos y que revelan las contradicciones de un mundo que es, al mismo tiempo, pos- y premoderno, tecnológico y, sin embargo, profundamente desigual?
Los museos no son una panacea que proporcione la esperanza de una respuesta o una solución a los problemas de la humanidad. Pero ya no sirve de nada que la única función de estas instituciones sea la de crear colecciones, de cuidar, tratar y devolver a la sociedad interpretaciones simbólicas de aquellos desafíos y obstáculos a los que dicha sociedad se ha enfrentado para que sean revisados. Los museos asumen una relevancia todavía mayor cuando todas esas acciones se realizan sin estar limitadas (únicamente) a conocimientos académicos, a su territorio y a su público habitual. Es necesario escuchar, dialogar, cuestionar, construir, reconstruir, crear respeto, innovar y conectar.
Después de todo, si el país se despertara de repente ante carteles enormes en las puertas de todos los museos, en los que se leyera “Este museo está cerrado”, ¿quién lo evitaría?, ¿qué grupos de la población se movilizarían realmente más allá de la indignación y de compartir su decepción en las redes sociales?, y ¿en torno a qué museos se organizarían las protestas?
Hace poco planteamos estas preguntas en los debates sobre la creación de uno de los programas de Intermuseus (2). No se trata de cuestiones retóricas, ni se plantean solo para los museos brasileños: una campaña del estilo “Museums Matter” (Los museos importan), desarrollada por la Asociación de Museos del Reino Unido, pone de manifiesto de forma efectiva la necesidad de que los museos se enfrenten activamente a estas preguntas; en Estados Unidos, los museos y otras instituciones culturales se están preparando para “demostrar” su relevancia ante la inseguridad provocada por los recientes cambios políticos; y, en general, en los últimos años la crisis económica mundial ha provocado el cierre de varios museos en muchos países, también en Brasil.
Si un museo no se reconoce como un actor social, con un lugar, un papel y una posición activa en la vida actual de una persona, probablemente seguirá siendo una institución egocéntrica y tradicional, preparada para “recibir” a sus “visitantes”, pero su valor en la sociedad se considerará limitado.
Con el fin de intentar otorgar a los museos una identidad más actualizada, a finales de 2016 Intermuseus desarrolló un ejercicio con los museos y organizaciones no gubernamentales que defienden los derechos de las mujeres del estado brasileño de São Paulo. Se propuso que llevaran a cabo la labor de comisariar una exposición de imágenes digitales representativas, procedentes de objetos de colecciones, que contribuyeran a dar más voz a sus demandas.
Fue sorprendente ver cómo una figura importante en el ámbito de la protección de los derechos de las mujeres cuestionó al “museo” como institución, incluso antes de poder mostrarle las imágenes. Esta persona tenía una visión tradicional de los museos, a los que consideraba iconos del pensamiento y el conocimiento hegemónico de la cultura occidental, que contribuyen a la expropiación y archivo de activos y expresiones culturales de pueblos y sociedades no occidentales y a la naturalización de las diferencias.
Sabemos que esta postura se va superando poco a poco, incluso en el caso de los museos más tradicionales. A pesar de ello, en nuestro ejercicio prevalece la imagen de los museos como instituciones elitistas y alejadas de las demandas sociales que se escuchan actualmente en las calles: solo tras varios largos debates la participante logró cambiar su idea sobre la colección y reconoció que contribuiría a amplificar las voces y las cuestiones de las mujeres y a empoderarlas para defender sus derechos.
En la actualidad grupos sociales muy diversos llaman a las puertas de todo tipo de museos con cuestiones muy variadas, desde los derechos de las mujeres y los refugiados hasta el impacto medioambiental del cambio climático, o desde giros políticos a la fragilidad de las economías locales, o de los retos del nuevo mundo digital al silencio en torno a historias controvertidas. La decisión de abrir o no sus puertas depende de cada museo y, una vez abiertas, se trata de dejarlas abiertas y salir a la calle, de unirse a las personas, a las comunidades y a los grupos sociales y de aliarse con la sociedad en la búsqueda de un desarrollo que venza a la desigualdad y reconozca en cada persona sus posibilidades y sus particularidades individuales.
Hemos dejado claro que los museos no son una panacea para solucionar los problemas de la sociedad, ya sean éstos locales o mundiales. No lo son, y sería peligroso y cruel creer que pueden solucionar problemas de la magnitud expresada en el párrafo anterior. Pero los museos, grandes y pequeños, tienen activos que pueden hacerles jugar un papel clave a la hora de enfrentarse a los problemas de la sociedad.
Las colecciones de los museos se encuentran entre sus activos más importantes, y son lo que les permiten abordar tanto la Historia como las historias de la vida cotidiana, historias triviales, incompletas o controvertidas (propuesto por el ICOM como el tema del Día Internacional de los Museos 2017). Los museos saben cómo hacer esto y cómo hacerlo con responsabilidad. Los museos bien conectados en sus territorios utilizan esta capacidad para construir redes cuya fortaleza radique, no en cada nudo de la red, sino en la red en su conjunto. Estas redes se multiplican, se replican y utilizan todas estas historias para formar un mosaico global y poderoso.
Junto con profesionales de diferentes ámbitos como la antropología, la museología, las comunicaciones, el marketing, la arquitectura o la tecnología digital, entre otros, Intermuseus trabaja en Brasil para desarrollar programas que defiendan la importancia de los museos como actores del desarrollo social. Para ello, trabaja con diferentes segmentos de la sociedad, incluyendo aquellos que no representan al público de los museos, así como movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil. Múltiples perspectivas que logran mejorar la conexión entre todos estos actores sociales, incluidos los museos, desde el interior de sus colecciones hacia afuera y viceversa.
Sabemos que hay muchos factores que pueden amenazar con el cierre de un museo, incluyendo la financiación, la sostenibilidad, el personal, la calidad de la gestión, etc. Pero creemos que aquellos museos que se posicionen al lado de sus comunidades, que ofrezcan sus espacios y abandonen su zona de confort para escuchar a los demás y trabajar juntos correrán un riesgo algo menor, pues nadie podrá decir que tratan solamente con musas de un templo del pasado.
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