Georgina McDowall
directora de Programas y Operaciones, Museo del Diseño del Siglo XXI
Los museos no tienen fronteras,
tienen una red
noviembre 4, 2022
Palabras clave: futurismo, sostenibilidad, equidad, diseño, imaginación.
Queridos lectores del ICOM del año 2022,
Hoy es el primer día del año 2122 y acabo de regresar a casa caminando desde uno de mis museos favoritos, donde he visitado una exposición sobre cómo el movimiento Black Lives Matter marcó el curso del siglo XXI, he cosechado algunas hortalizas de invierno del huerto comunitario y he votado al próximo miembro del Comité Asesor de Interespecies. Tengo previsto volver la semana que viene para participar en una futura asamblea de programación y para arreglar un par de pantalones vaqueros en la suite de circularidad. Mientras caminaba hacia mi casa, reflexionaba sobre la evolución de los museos y sobre cómo se convirtieron en las organizaciones que hoy conocemos.
Como ya saben, los museos no han sido siempre así. En las primeras décadas del siglo XXI muchos museos ignoraban sus legados opresivos, tenían prácticas insostenibles e ignoraban las peticiones para contribuir a una sociedad diversa e igualitaria. Sólo unos pocos museos habían empezado a cambiar sus prácticas empresariales y de comisariado para ayudar a resolver los retos más urgentes a los que se había enfrentado la humanidad hasta la fecha. Esos museos pasaron de preservar el pasado a aprender de él con la esperanza de remodelar el futuro.
Uno de esos museos fue el Museo del Diseño del Siglo XXI (M21D), el cual introdujo un nuevo enfoque que consistía en ser un museo que prestara servicio a su público. Un grupo disidente de profesionales de la cultura creó el M21D con el objetivo de que el público apreciara y entendiera mejor aquellos diseños del siglo XXI que tuvieron un impacto positivo en el medio ambiente y en la sociedad. Su uso del término “diseño” abarcaba objetos, herramientas digitales, políticas e incluso paisajes. Partiendo de esta idea, el museo estudió y debatió sobre un diseño enfocado en el futuro, con el fin de contribuir a amplificarlo y convertirlo en norma. El museo nunca funcionó en un espacio físico, sino que creó exposiciones y elaboró programas en lugares sorprendentes, y también publicó una colección en línea. Pero, por encima de todo, el M21D dio prioridad a la participación, reduciendo obstáculos e interactuando con el público, animándole a contribuir y a liderar la conversación sobre el diseño desde perspectivas humanas, no humanas y planetarias.
El trabajo de M21D ayudó a la humanidad a analizar las consecuencias del diseño a través de la investigación y el registro de diversos atributos, como el precio y la huella de carbono de los objetos, la reciclabilidad de los materiales utilizados y las condiciones de trabajo y los salarios de las personas que participan en el proceso de diseño. De este modo contribuyeron a la creación de diseños que ayudaron a contrarrestar la crisis climática o a deconstruir dinámicas de poder disfuncionales. El M21D permitió a las instituciones utilizar el diseño como herramienta para dar forma al mundo y crear un futuro mejor para todos los habitantes de la Tierra.
Un pequeño grupo de instituciones parecidas al M21D ayudó a otros museos a reconocer esa posición inigualable que ocupaban dentro de sus comunidades. Inspirados por los primeros museos dedicados al clima, como el Jockey Club Museum of Climate Change, el Klimahuset, el Klimaatmuseum, el Climate Museum, y el Climate Museum UK, muchos museos desarrollaron políticas para mitigar su impacto en el medio ambiente y empezaron a utilizar su capacidad crítica y educativa para empoderar a su público con el objetivo de que actuara contra la creciente emergencia planetaria. Organizaciones sin ánimo de lucro y comunitarias como Ki Culture, Julie’s Bicycle y Museums for Future ayudaron a las instituciones proporcionando asesoramiento y recursos y estableciendo relaciones entre museos, activistas y gobiernos. Estos precursores diseñaron un modelo que sirvió para crear nuevos tipos de organizaciones, pero también sirvieron de inspiración para que las instituciones que ya existían dieran una respuesta evolucionada a las cambiantes prioridades del siglo XXI.
Por ejemplo, en 2040, el programa de becas MoMA Local había ayudado a miles de neoyorquinos de barrios desfavorecidos a acceder a profesiones del ámbito museístico. En 2065, el Grupo de Museos de Ciencias era el mayor proveedor de energía solar del Reino Unido. Y en 2080 comenzó a prosperar una asociación entre el Museo de Samoa y el Watersnoodmuseum holandés para restaurar tierras y culturas de las zonas bajas de la Polinesia. La Asamblea General Extraordinaria del ICOM de 2115, que fue una colaboración con la COP93, fue un momento de celebración que marcó el centenario de la adopción del Acuerdo de París. Los trabajadores de los museos, entre los que había agricultores, ingenieros y trabajadores sociales, reflexionaron sobre cómo habían ayudado los museos a alcanzar los objetivos del acuerdo, esto es, reinventándose radicalmente, conformando la opinión pública e impulsando la acción colectiva.
A lo largo de los años se ha hablado mucho de los museos que crearon el siglo XXII. Sin embargo, estas grandes instituciones sólo fueron capaces de introducir cambios gracias a las personas que trabajaron en ellas, en cuyas habilidades y visión se apoyaron los museos.
A ellos, mi gratitud.
Recursos:
https://www.mocc.cuhk.edu.hk/en-gb/museum